La historia de la UPES desde una mirada docente

María Amparo Rosales Herrera

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María Amparo Rosales Herrera 

Mi historia en la Universidad inicia hace 28 años, en lo que era entonces la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). En aquel tiempo la UPN 251 formaba parte de las 76 unidades académicas en el país, por lo que 251 no es un número consecutivo, sino una clave conformada por el número correspondiente al estado de Sinaloa y la uni­dad académica, la primera de las tres de la entidad, en­contrándose al mismo tiempo las unidades 252 Mazatlán y 253 Los Mochis.

En ese tiempo, no contaba con instalaciones propias y la institución funcionaba en unas aulas prestadas por el CECADE (Centro de Capacitación de Educación Especial), en lo que coloquialmente se conocía como “pirámide de la cultura”. Esta última recibe su nombre por dos carac­terísticas: ser un espacio en el que funcionaban varias instituciones educativas como la secundaria ETI 50, CBTIS 224, Internado infantil, COBAES 60, Preparatoria Salva­dor Allende y el CECADE, y por estar asentados en colinas pronunciadas. Además de las instalaciones del CECADE, se utilizaban unas del COBAES 60 para la atención de los grupos sabatinos.

En esa época tuve la fortuna de conocer a personalida­des como Jesús Ángel Heiras, Ángel Zepeda, Manuel de los Ríos, Soledad Guerra, Rosario Edith Rodríguez Ca­marena, Sonia Bouchez, Liduvina Vargas, Efraín Alemán, Luis Cuauhtémoc Valenzuela, María Librada Velázquez, Fidencio López, Rogelio Elizalde, Jesús Durán, Juan Pa­blo González Renaux, Antonio Mercado, entre otras per­sonalidades cuyos nombres no me permite recordar mi flaca memoria, pero a quienes recuerdo marcadamente por su forma de amar la docencia, su capacidad de pen­samiento crítico acerca de la educación, su gran calidez humana y su amplio conocimiento en diferentes áreas.

En el año de 1995 se estaban desarrollando las últimas generaciones de las licenciaturas en Educación Preescolar y Primaria (plan 85) y la primera generación de la Licen­ciatura en Educación (plan 1994). Puedo considerar que la Universidad era una institución pequeña, tanto por la plantilla de personal como por sus instalaciones, mas no así por el trabajo que se hacía. Pronto me di cuenta del prestigio que la institución tenía como opción educativa en la actualización de los docentes, quienes solo podían asistir a clase los sábados. Recuerdo que eran muchos grupos por generación.

Si bien mi inicio fue en el área administrativa, esta ca­racterística de ser una institución relativamente peque­ña me permitió estar involucrada en muchas actividades con relación a la vida de la Universidad. Recuerdo haber asistido como apoyo a infinidad de reuniones y escuchar grandes debates que evidenciaban el nivel intelectual que en este espacio se desarrollaba.

Las unidades UPN en el país dependían de la Rectoría, que se encontraba en la Ciudad de México, en la Unidad que ubicábamos como el Ajusco, por el lugar geográfico de sus instalaciones. Estas se encontraban en el proceso de lo que podría llamar la primera descentralización, en donde las entidades federativas asumían la gestión admi­nistrativa y la administración de los servicios escolares, la administración financiera, de recursos humanos y de nómina.

Esta descentralización implicó muchísimos cambios de organización al interior de la institución, que deman­dó mayores niveles de profesionalización y de organiza­ción. En esa experiencia participé en la descentralización de los servicios escolares, asumiendo la responsabilidad del sistema informático de control escolar (SICE), progra­ma diseñado por UPN Ajusco, así como de todos los as­pectos informáticos de la institución. Derivado de esto tuve la fortuna de ofrecer capacitaciones al personal ad­ministrativo.

En 1996 se contó con las primeras instalaciones pro­pias, que consistieron en dos edificios y un terreno, donde actualmente funciona la Universidad en la colonia Cuau­htémoc. Estos dos edificios no eran suficientes, pues, ade­más, ahí operaban también las oficinas administrativas, la biblioteca y el auditorio, por lo que se recibió apoyo de aulas en préstamo por parte de la ENEES, institución her­mana, para la atención de los grupos sabatinos.

Posteriormente a esta descentralización administrati­va, se continuó la relación con la Rectoría de la UPN en términos académicos. Los programas educativos depen­dían de la dirección de las Unidades UPN, y continuaban diferentes tipos de capacitaciones y consultas a las Unida­des, reuniones de directores, proyectos de colaboración, entre otros aspectos. Fue precisamente a través de los programas de capacitación en temáticas relacionadas con el uso educativo de las TIC en los procesos de enseñanza, el diseño de unidades de aprendizaje, preguntas genera doras, actividades, recursos didácticos, como inicié en la docencia.

La primera capacitación que impartí al personal do­cente fue el curso “Intel, educar para el futuro”, curso que existía previamente en UPN Ajusco y que se nos pidió re­plicar en las unidades. En ese entonces, únicamente se contaba con ocho computadoras, en cada una de las cua­les trabajaban dos personas, y el material era un manual editado por la empresa Intel y la UPN.

Recuerdo haber asistido de nueva cuenta a la UPN-Ajus­co y que, al finalizar la capacitación, se llevó a cabo un evento de cierre en el que la rectora, Mtra. Marcela San­tillanez, me preguntó qué necesitábamos para seguir impartiendo el curso. De manera inexperta contesté que necesitábamos ocho computadoras, pero nunca reparé en que estaba dando un número un tanto absurdo, pues en mi lógica era ideal evitar que estuvieran dos personas en una computadora, a lo que la rectora me contestó “¿Te parecen bien diez?”, para después preguntar: “¿Qué más crees que necesiten?”. No sé cómo se me ocurrió pedirle que otro compañero asistiera a la capacitación, a lo cual me respondió “De acuerdo”, para después decir a la per­sona a su lado: “Toma nota de Culiacán”. Salí de esa reu­nión diciéndome a mí misma: “¡Conseguí diez computa­doras!”. Era claro que se pretendía equipar a las unidades, solamente tuve la afortunada experiencia de que mi par­ticipación fuera una muestra del interés de nuestra uni­dad por la formación y el fortalecimiento académico. Se­guí con cursos sobre Microsoft Office como herramienta de apoyo a la educación, logré certificaciones y continué en la formación del personal docente y administrativo, así como impartiendo cursos a estudiantes a la par que continuaba con funciones administrativas.

Del relato anterior quiero dibujar los vínculos de co­laboración y apoyo que manteníamos con la Rectoría, como la participación en eventos nacionales, de los cua­les, según mi experiencia, puedo mencionar los relativos al desarrollo tecnológico, de sistemas informáticos y de capacitación, entre muchos otros de la vida académica de las unidades UPN.

¿Qué ocurría a la vez en el contexto académico de la UPN de aquellos años? Algunos puntos históricos impor­tantes se pueden ubicar en momentos como el año 2003, en el cual se incorpora a la oferta educativa el programa de la Licenciatura en Intervención Educativa (LIE 2002), propuesta curricular diseñada principalmente por aca­démicos del norte del país. Esta licenciatura formuló un reto importante para la institución, en primer lugar por ser el primer programa educativo de modalidad escola­rizada en una institución de larga trayectoria de oferta semiescolarizada: sabatina e intersemanal; en segundo lugar, por tratarse de un diseño curricular con un mode­lo pedagógico por competencias, y además flexible, con espacios curriculares optativos.

Todo lo anterior implicó nuevas jornadas académi­cas de análisis de la propuesta educativa y su puesta en marcha. A la par se seguían ofertando las licenciaturas en Educación con actualizaciones. En estas carreras impartí las asignaturas Herramientas Tecnológicas para la Edu­cación (LIE) y Computación Básica (LE).

A nivel posgrado se impartían, en la unidad Culiacán, las maestrías en Educación en los campos de Interven­ción Pedagógica, Aprendizaje Escolar y Formación Do­cente, además de la Especialización en Estudios de Gé­nero en Educación. En el año 2011 se pone en marcha el primer programa de Doctorado en Desarrollo Educativo con énfasis en la Formación de Profesores, diseñado por académicos de la región noroeste y en el que destacó la participación de académicos de las unidades Culiacán, Mazatlán y Los Mochis. La primera generación de este doctorado estuvo conformada por alumnos de Baja Ca­lifornia, Baja California Sur, Chihuahua y Sinaloa, a tra­vés de las primeras videoconferencias con una tecnología conocida como “conexión punto a punto”, que representó una gran innovación tecnológica. Lo que es ahora una realidad habitual, eran pasos gigantes para la época. Es­tos dos programas, diseñados en el interior de la Repúbli­ca, son ejemplos claros de que en las unidades había ca­pacidad y deseos de diseñar propuestas curriculares que respondieran a las necesidades educativas de la región.

Es en el año 2013 se presentó lo que llamo segunda descentralización o descentralización total, donde la Universidad deja no solamente de pertenecer a las uni­dades de la UPN, sino que se convierte, con un decreto de creación, en la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa (UPES).

Este camino de descentralización ya lo habían reco­rrido dos entidades antes que nosotros: Sonora y Chi­huahua. Las preocupaciones por asumirnos como otra institución fueron muchas: perder nuestro carácter na­cional, lo que implicaba dejar de pertenecer a una institu­ción con presencia en 76 unidades en el país con la cuales teníamos fuertes vínculos y apoyos, interrumpir nuestra continuidad laboral y con ello derechos y obligaciones, además de desaparecer del mapa como una reconocida UPN para empezar como una recién creada UPES, entre otras.

No obstante, la creación de la UPES como organismo público descentralizado significó certeza jurídica, acadé­mica y de capacidad de gestión, como una Universidad de carácter estatal que responde a las necesidades de la entidad, configurándonos como una institución de edu­cación superior dirigida a la formación y actualización de profesionales de la educación. En los primeros años tras su fundación se conforma una nueva estructura or­ganizacional, contando por primera vez con una rectoría y una estructural estatal. Los principales retos y aspira­ciones: contar con diseños curriculares propios, así como con investigación y difusión de la cultura, además de la docencia.

La transformación de UPN a UPES se ve reflejada en va­rios aspectos: no se destruye la anterior para que surja la nueva, es una institución nueva, pero con toda una histo­ria que la precede. Un ejemplo de ello es el diseño de su logo, en el que en el lugar que ocupaba la N se reemplaza por ES, conservando su esencia y enfatizando su fuerte presencia estatal en 17 de los 18 municipios a través de unidades, subsedes y extensiones. Para la conducción de la institución, además de la estructura de Rectoría, se cuenta con un Consejo Académico universitario y una Junta Directiva, lo que implica que las decisiones del rumbo de la Universidad se toman también en el ámbito local y no desde directrices del centro del país.

Otro aspecto en el que se muestra la transformación a una institución de mayor alcance se encuentra también en la modificación de su lema: “Educar para transformar”, que en la UPES cambió a “Educación, fuente de esperanza y transformación”, el cual significa que la educación no solo transforma a las personas y a la sociedad, sino que también ofrece la esperanza de que un mundo mejor es posible.­

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Trazos Pedagógicos, año 1, Núm. 1, octubre 2022-abril 2023, es una publicación semestral editada por la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa. Castiza s/n Col. Cuauhtémoc, c. p. 80027, Culiacán, Sinaloa.
Teléfono: (667) 750-24-60.
Web: https://trazospedagogicos.upes.edu.mx.
Editora responsable: Teresa de Jesús Villaseñor Leal.
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Responsable de la actualización del último número Silvia Evelyn Ward Bringas. Última actualización 28 de abril de 2023.